Hice mi maleta.
Me miré al espejo.
Parezco más viejo.
Parezco más frío.
Con un profundo respiro
y un gran paso,
me acerco un poco más.
Un poco más,
Dí una zancada.
Volé, y volaré.
Sé que si el destino me es propicio,
conservaré lo que queda en mi cabeza.
Y mis ojos
no ven como solían ver.
Apenas te ven.
Y mis labios,
no besan.
No besan como solían hacerlo.
Y mis ojos no te reconocen.
Había una silla libre.
Nos sentamos en ella.
Dije que si el destino nos era favorable,
lo tendría en mi mente.
Y mis ojos ya no te reconocen.
Por motivos desconocidos.
Con el paso del tiempo, de los años de la vida, la gente o nosotros mismo cambiamos y a veces no reconocemos pero no pasa nada.
ResponderEliminarAnimo
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